sábado, 17 de marzo de 2012

Stu Ungar. Algunas anécdotas de la leyenda.

Stuart Ungar

Algunas anécdotas de la leyenda.

•La primera vez en su vida que pisó una cancha de golf perdió 80.000 dólares.
•Durante su vida perdió varios millones de dólares en una cancha de golf, deporte que no manejaba en absoluto.
•Una vez en Palm Springs había concurrido con otros tres amigos a un lugar que les había sido recomendado como el mejor en comidas de la ciudad. Al ingresar les preguntaron si tenían reservas y Stu respondió que no; quien los atendió señaló que era imposible conseguirles un lugar si no tenían un lugar solicitado con anticipación; Stu sacó 100 dólares y le dijo que si alguien faltaba a su reserva, estarían en la barra esperando. Una vez instalados decidieron pedir un trago y cuando Ungar intentó pedir el suyo, el barman le solicitó una identificación. Stu, enojado, le respondió: «Pero si tengo 35 años». Amablemente le respondieron que podía ser verdad, pero que tenía apariencia de un joven y que debía exhibir una identificación o no le podrían servir alcohol. Entonces Stu sacó un rollo de billetes de 10.000 dolares aproximadamente de cada bolsillo y dijo: «Esta es mi identificación.¿Qué adolescente andaría con tanto dinero encima?».
•Jugó partidas de ping-pong contra campeones chinos, por 5.000 dólares.
•Destrozó un Mercedes Benz y cinco Jaguars para encontrar la excusa de comprarse otros.
•No fue a la Casa Blanca cuando Reagan lo invitó porque no sabía qué cubiertos usar en la mesa.
•La única vez que programaron una máquina para que le ganara al Gin Rummy, la destrozó. «La puta máquina parecía tener espasmos. Estaba histérica. Sólo sabía calcular, y con eso no alcanza».
•Su hija cuenta que su padre daba propinas de 100 dólares por facturas de 50.
•Le ganó $ 5.000.000 a Larry Flint en un heads up de Texas Hold'em Poker NL.

Algunas frases del gran Stu.

•«¿Alguna vez vieron la película que dirigió Robert De Niro en la que un chico del Bronx es apadrinado por un mafioso? Bueno, así era yo. A los catorce años alguien empezó a apadrinarme. Mi padre era un levantador de apuestas, de los importantes. Manejaba el Fox's Corner, un bar en la Segunda y la Siete, en Nueva York. Nací en 1953 y me crié rodeado de tipos de la mafia».
•«Si tuviera que categorizar, diría que el gin-rummy es el que más depende del jugador. Después vendrían el poker y el backgammon».
•«¿Qué hacía con lo que ganaba? Iba a las carreras. Aquel que dijo que el dinero quema en el bolsillo estaba hablando de mí. Algunos me dicen apostador patológico. Para mí todo se reduce a que es más importante la acción que el dinero. En Lake Tahoe, jugué partidos de pingpong contra campeones chinos por cinco mil dólares. En Italia aprendí un juego que se llama Ziganet, en donde se apostaba más fuerte que en cualquier otro juego. En un hipódromo conocí un levantador de apuestas que me dejaba apostar por un caballo para ver si entraba último. Soy un adicto de la acción. Apostaría hasta en una carrera de cucarachas».
•«Las Vegas es el paraíso para cualquier degenerado. Se puede jugar las veinticuatro horas. Cuando recién llegué y me quedaba sin fichas, ¿quieren saber quién me financiaba? Tony Spilotro, el tipo al que Joe Pesci supuestamente interpreta en la película Casino».
•«Ni siquiera necesitaba usar mi dinero para jugar. Siempre conseguía alguien que me prestara. Para ellos era el negocio más seguro. Con apuestas limitadas era más difícil, pero cuando me dejaron jugar sin límite desataron un monstruo: tengo más huevos que cualquier otro jugador, y no tengo ningún respeto por el valor de las fichas de plástico. Cuando alguien me desafía, no importa cuán buen tipo sea: lo voy a odiar. Quizá sean sus cejas. Por lo general es la mueca idiota que se les pega en la cara cuando ganan una mano. Lo que fuere. Si alguien me quiere ganar, me lo tomo como algo personal. Y tengo que odiar a alguien para ganarle».
•«Al principio usaba la coca para poder seguir jugando. Pero cuando tenés cientos de miles en efectivo, te persiguen hasta tu casa para ofrecértela».
•«Apostaba a todo: en qué round y con qué mano noqueaba Holyfield a Tyson; cuántos puntos de diferencia y cuántos expulsados iba a haber en un partido de fútbol americano. Y, lo que no apostaba, lo aspiraba. Así es fácil perder fortunas. Debo tener el record de televisores destrozados. Aunque ahora pienso que, en realidad, quería perder todo para tener que volver a jugar al poker».
•«Se va. No son las mujeres, porque ya no soy un playboy. Pero se va: caballos, deportes, cualquier cosa».
•«Realmente no sé si hay vida sin apuestas. Si la hay, no creo poder disfrutarla. El único momento en el que tengo algún respeto por el dinero es cuando no lo tengo... pero siempre consigo alguien que me financie. El problema es que el poker ya no me estimula tanto. Paso la mayor parte del tiempo hibernando. Salgo a jugar solo cuando necesito algo de dinero. Y no me gusta perder. No quiero que nunca nadie diga que soy un buen perdedor. Porque alguien que es un buen perdedor, por más bueno que sea, sólo es un perdedor».

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